Apple, ¿sostenibilidad o ‘greenwashing’?

En ocasiones, las acciones para aumentar la sostenibilidad de las empresas y de los productos que estas venden son, cuanto menos, contradictorias o, casi casi, una tomadura de pelo.

Un ejemplo de esto es el comportamiento de Apple, que parece que en temas de sostenibilidad va dando una de cal y una de arena con un resultado que es, por esa misma razón, entre llamativo y tendente al greenwashing.

Vaya por delante que soy usuario desde hace años de productos de la manzana mordida en todas sus expresiones. Lejos de ser lo que se conoce por un fanboy, es decir, alguien que adora y defiende algo de alguien o una marca en todas las situaciones, me encanta la facilidad de uso de sus productos, el esmerado ecosistema de dispositivos y aplicaciones que hace sencillo trabajar en una misma cosas desde distinto cacharros y te ‘retiene’ de cambiar a otras marcas y productos, y también hay que decirlo, el cuidado diseño y estética de (casi) todo lo que fabrican.

Además, es una empresa que marca tendencia entre las demás. No suele sacar nada realmente revolucionario, sobre todo después del fallecimiento de Steve Jobs, pero suele mejorar cosas ya existentes hasta unos niveles de mayor perfeccionamiento. Siempre que sacan algo al mercado, la competencia lo suele criticar hasta la saciedad, pero estos, en la siguiente iteración de sus productos, acaban añadiendo o quitando aquello que Apple puso o quitó en su último dispositivo.

Pero justamente esa última faceta marca tendencias de este año con el iPhone, es la que no me ha gustado nada y acabará siendo copiada por la competencia. Una tendencia que se suma también a otras prácticas de la empresa que distan de ser socialmente responsables.

Cambios en pos de la sostenibilidad, o no

En el iPhone de este año, Apple ha decidido que ya no entrega con él el cargador de corriente y los auriculares que venían en la caja hasta el modelo anterior. Simplemente entrega un cable de carga.

Las razones (o excusas) para hacer esto son varias. La primera de ellas es que, según la compañía, todo el mundo tiene ya en su casa uno o más cargadores (y lo mismo con los auriculares) y por lo tanto entregar uno nuevo con el iPhone contribuye a generar más chatarra tecnológica en los hogares que no se va a utilizar y que en su fabricación va a generar un consumo de recursos.

La segunda es que, al no entregar ese cargador y auriculares, la caja del dispositivo no ha de ser igual de grande, se usa menos material para fabricarla y, al ocupar menos volumen, pueden ser transportados más dispositivos en el mismo número de transportes que se utilizaban con el modelo anterior. Ello, por tanto, también conlleva a un menor número de viajes y una reducción de las emisiones de CO2.

La tercera es, aparentemente, que con la eliminación de cosas incluidas en el paquete, el precio de los teléfonos de este año no se ha encarecido tanto como era de esperar debido al aumento de prestaciones que se les han agregado.

Todo esto está muy bien, si es que es cierto, pero al usuario se queda siempre con la duda de si le están engañando. Es verdad que (casi) todo el mundo tiene en sus casas cargadores y auriculares para aburrir, pero aquel que no los tenga va a tener que pasar por caja.

Este año, parece que aprovechando el hecho de que los teléfonos no traen más que un cable, Apple ha sacado a la venta por un ‘módico’ precio unos cargadores inalámbricos que se unen a la oferta ya asistente de auriculares también sin cable de la marca, para que todo sea más fácil de usar.

Por tanto, aquello que parece que se hace por el medio ambiente se convierte, sospechosamente, en algo que se asemeja más a obtener beneficio económico extra con esa excusa.

Aquello que parece que se hace por el medio ambiente se convierte, sospechosamente, en algo que se asemeja más a obtener beneficio económico extra con esa excusa.

Porque, el cargador inalámbrico de sostenible no tiene absolutamente nada. Y no solo el de Apple, sino todos los cargadores basados en la misma tecnología. Se estima que para cargar un móvil a través de carga inalámbrica por inducción se necesita, nada más y nada menos, que un 50% más de energía que si se usara un cargador con cable, debido a la ineficiencia actual de esa tecnología. Todo ello unido a la mayor lentitud de la carga sin cable.

Imaginemos, por un momento, un futuro cercano en el que la carga inalámbrica fuera igual de ineficiente y con un uso de esta tecnología cada vez más extendido. Miles de millones de dispositivos que usan, para cargarse, el doble de electricidad que hasta ahora.

Facilidad de reparación, otra asignatura pendiente

Por si lo anterior no fuera poco, si alguien quiere hacerse con unos auriculares inalámbricos de Apple (o de cualquier otra marca), va a tener que dejarse el dinero en un dispositivo que tiene una vida útil bastante reducida en función del uso más o menos intensivo que se le dé, y después no va a poder sustituir las baterías por otras nuevas debido a la dificultad de hacerlo y/o del precio que le pidan, por lo que suele ser más fácil comprar unos nuevos y deshacerse de los viejos.

Es este tema de la reparabilidad otra asignatura pendiente, de muchos fabricantes, pero especialmente de la empresa de Cupertino. El desmedido afán de hacer los dispositivos más estilizados, finos y estéticamente agradables viene con un precio bastante alto en cuanto a reparabilidad de los mismos.

Para empezar, hay piezas que no pueden ser reparadas y deben cambiarse directamente, otras cuya reparación es literalmente imposible si el usuario no pasa por el servicio técnico de la marca, debido a la gran dificultad que entraña su reparación/sustitución y a la no disponibilidad o incompatibilidad de piezas de otros fabricantes.

Esto es algo de lo que ya habíamos hablado hace un tiempo en Revista Haz en el artículo sobre el right to repair (véase ¡Por el derecho a reparar los aparatos electrónicos!), y que se traduce, de nuevo, no solo en beneficios económicos para la empresa sino en un mayor consumo de recursos y, por ende, un impacto en el medio ambiente.


¡Por el derecho a reparar los aparatos electrónicos!


Incongruencias en la estrategia de sostenibilidad

Cuesta creer que las iniciativas y maneras de proceder descritas anteriormente estén en consonancia o formen parte de una estrategia de sostenibilidad en la que se habla de fabricar todos los productos única y exclusivamente con energías renovables para 2030, ser una empresa neutra en carbono para ese año, usar materiales reciclados, etc.

Por un lado, se hacen esfuerzos en conseguir todo eso, pero por otro se impulsan productos que van en contra de conseguirlo, o al menos, de hacer que sea más sencillo.

Está claro que las empresas deben de ganar dinero y dar beneficios a sus accionistas, pero todo tiene unos límites, según mi modo de ver, que son no tomar el pelo a los clientes y ganar dinero de manera responsable y sostenible.

Apple no lo está haciendo puesto que está marcando tendencias cuanto menos ambiguas en cuando a su sostenibilidad, que la competencia seguirá y adoptará ‘sí o sí’, y que van en contra o lastran sus objetivos declarados de sostenibilidad, pero a la vez ayudan a rellenar más los bolsillos de la empresa.

Si todas las empresas acaban haciendo lo mismo, tampoco va a haber una alternativa real a esa forma de gestionar y funcionar, por lo que en última instancia serán los usuarios, el planeta y la sociedad los que sufran las consecuencias.

Pero, en un momento en el que los dispositivos de un año para otro apenas tienen mejoras drásticas que hagan cambiarlos por los antiguos, y estando en un contexto de crisis que hace variar mucho las necesidades y preferencias que teníamos hasta hace unos meses, los consumidores también tenemos el poder con nuestras decisiones de compra de intentar que las cosas cambien, en este caso, absteniéndonos de comprar estos dispositivos.

Comentarios

  1. Muy buena reflexión.

    En la balanza añadiría la obsolescencia por software. De vez en cuando Apple deja millones de dispositivos fuera de juego perfectamente funcionales porque deja de aportar actualizaciones a su sistema operativo y las aplicaciones instaladas en ellos.

    Al menos podría favorecer un ecosistema libre y abierto para que una comunidad de usuarios entusiastas pudiese seguir sacando partido de todos esos equipos, insisto perfectamente funcionales, y evitar que se convirtiesen en toneladas de chatarra electrónica.