¿Aprovecharemos este momento de cambios tras la COVID-19?

El coronavirus ha copado casi toda la atención mediática, y temas y problemáticas que estaban en el candelero hace escasas semanas han desaparecido de los medios especializados, incluyendo este.

Asuntos que parecían (y son) muy importantes ahora parecen nimios, desplazados totalmente de la actualidad por el tsunami del COVID-19. Y esto es algo totalmente normal ante el bofetón de realidad que hemos sufrido.

Nos hemos dado cuenta de que en el fondo nuestra manera de vivir es muy frágil y vulnerable ante una enfermedad con la que no contábamos. Estamos encerrados y nos hemos quedado como un ciervo en medio de la carretera, sorprendido, paralizado y mirando fijamente a las luces de un coche que amenaza con pasarle por encima, sin saber qué hacer.

Leemos en muchísimos sitios que estamos ante un momento clave para cambiar. Cambiar hacia un nuevo paradigma, una nueva sociedad, un nuevo modelo económico, un modo de funcionamiento sostenible, respetuoso, circular y dirigido a no colapsar nuestro planeta y a minimizar el cambio climático.

No seré yo quien dude que quizá es “el momento” pero, desde mi punto de vista y pidiendo perdón de antemano por ser un poco agorero, me parece que va a ser imposible que suceda, y firmaría ahora mismo con que llegáramos a lograr el 50% de todos esos deseos en un futuro a medio o largo plazo.

Me gustaría estar tremendamente equivocado y ojalá lo esté, el tiempo lo dirá, pero el cómo se está llevando la gestión del COVID-19 a nivel mundial nos da pistas de lo difícil que es poner a los gobiernos de acuerdo en algo, y trasladar esa manera de actuar a empresas y personas.

Falta de unidad y voluntad real

La falta de unidad en dar respuesta a la pandemia es una muestra de nuestra actual incapacidad para abordar temas de capital importancia de manera que sean resueltos convenientemente y se logre un cambio a ese nuevo paradigma y sociedad mencionados y se obtengan los resultados positivos que de ello surgirían.

¿De verdad alguno de nosotros, pensándolo fríamente, cree que nos vamos a poner fácilmente de acuerdo para salir adelante de esta situación, cuando hasta para algo tan básico como contar los fallecimientos por la pandemia no somos capaces de instaurar desde el comienzo de la misma un método uniforme para hacerlo?

Y ya no estoy solo refiriéndome a la necesidad de un método a nivel mundial ni europeo, sino simplemente a nivel español. Ojo, no se pide un proyecto para ir a Marte, es sencillamente establecer una criterio claro de cómo contar personas que han muerto por una enfermedad.

Y encima todo esto en un país en el que además hay territorios que, en base a sus propios intereses políticos, toman determinadas decisiones (o más bien las intentan ‘imponer’ de boquilla porque no pueden realmente hacerlo por falta de autoridad real) simplemente por llevar la contra al resto del país y del interés general, además creyéndose más listos que nadie.

Hasta en momentos como este somos capaces de demostrar nuestra ineptitud en lo más básico y de, en lugar de remar en una misma dirección, utilizar la situación como arma arrojadiza.

Hasta en momentos como este somos capaces de demostrar nuestra ineptitud en lo más básico y de, en lugar de remar en una misma dirección, utilizar la situación como arma arrojadiza con la que justificar o, en su caso, atacar a un gobierno o a un adversario político.

Y lo peor de todo, es que da igual quien esté en el gobierno, porque el resultado final de ataques y justificaciones sería el mismo pero de sentido contrario.

Pero también dudo mucho que esto sea patrimonio de este país sino que podría extrapolarse a una gran parte de los países de este complicado mundo en el que vivimos.

Empresas y ‘coronawashing’

Como en una guerra, la situación por la que estamos pasando saca lo mejor y lo peor de nosotros. Afortunadamente, las buenas prácticas parecen ser más abundantes y las acciones derivadas de la solidaridad y el esfuerzo por reducir los efectos de la pandemia llenan a diario los noticiarios y la red.

Las empresas también responden a ese mismo patrón de comportamiento, y mientras unas hacen todo lo posible por ayudar, otras en cambio realizan malas prácticas que demuestran cuál es su verdadero propósito y su ‘compromiso’ con sus grupos de interés, especial pero no únicamente con sus trabajadores.

Ejemplos de esto último hay bastantes y su existencia nos ayuda, por un lado, a pensar que no va a ser fácil lo comentado al inicio, es decir, salir de esta unidos, y, por otro, que muchas de estas empresas se verán afectadas por un descenso de la reputación que pudieran tener, lo cual les puede pasar factura cuando empiece el periodo de ‘nueva normalidad’.

Hemos tenido casos de grandes grupos de restauración y comida rápida que directamente han dejado de pagar el alquiler de centenares de los locales en donde ejercen sus negocios, algunos de ellos incluso devolviendo los recibos ya pagados hasta del mes de febrero en el que se estaba trabajando con normalidad, y comunicando a sus arrendadores la “suspensión temporal de determinadas obligaciones” de manera unilateral.

Deberemos hacer una mirada retrospectiva dentro de un tiempo para ver si estas empresas siguen siendo igual de responsables en el futuro o si sus acciones actuales han pasado simplemente a formar parte del ‘coronawashing’.

Estas mismas empresas y otras, relacionadas con los grandes almacenes más conocidos de nuestro país, también han realizado Ertes a sus empleados que finalmente han sido tumbados por el Ministerio de Trabajo por improcedentes.

Un grupo hospitalario privado, cuyo presidente se dedica de un modo publicitario a dar partes diarios en Linkedin de la lucha de sus hospitales contra el COVID-19 como si de una guerra se tratara, y también una gran farmacéutica española se han dedicado a pedir a parte de sus plantillas que se ‘vayan de vacaciones’ en medio de esta crisis.

Podría continuar con muchísimos más ejemplos y también poner los nombres de estas empresas, pero no lo voy a hacer porque no son las únicas que no están actuando responsablemente en momentos en los que se espera de ellas un comportamiento correcto, incluso ejemplarizante, y en línea con sus estrategias de responsabilidad social para aquellas que las tengan. El lector que quiera saber sus nombres las podrá encontrar fácilmente haciendo una búsqueda en Internet.

Otras muchas empresas sí están poniendo a la altura de las circunstancias, se están comportando responsablemente, están haciendo muchas acciones en diversos frentes para ayudar a paliar los efectos de la pandemia y están protegiendo a sus trabajadores o apuntalando sus puestos de trabajo hasta que lo más duro pase.

Deberemos hacer una mirada retrospectiva dentro de un tiempo para ver si estas empresas siguen siendo igual de responsables en el futuro o si sus acciones actuales han pasado simplemente a formar parte del ‘coronawashing’.



‘Queremos volver a lo de antes’

Dejando de lado a gobiernos y a empresas, hemos también de fijarnos en la actitud de las personas de a pie.

Más allá de lo que la cacareada ‘nueva normalidad’ acabe significando realmente en nuestra vida diaria y de las nuevas situaciones a las que nos tendremos que acostumbrar (tanto temporalmente como para siempre) y más allá del coste económico y en vidas humanas, que va a ser tremendo, gran parte de la sociedad está simplemente esperando volver a ‘lo de antes’.

Entendiéndose por lo de ‘antes’ volver a poder hacer todo lo que hacía con anterioridad a la pandemia y vivir como si nada hubiera pasado. Algo que parece que no va a ser posible según una gran parte de expertos en las más variadas disciplinas, empezando por la salud, la economía, la psicología o la sociología, por citar algunas.

Solo si se logra que la sociedad sea consciente de la posibilidad de cambio que nos ofrece este momento histórico y si los gobiernos mundiales actúan de manera consensuada y en la misma dirección, podremos lograr cambios a mejor.

Si eso no sucede, lo más probable, seguiremos con el ‘business as usual’ solo que en la ‘nueva normalidad’, y habremos perdido quizá la mayor oportunidad de cambio antes de que los efectos graves de continuar en esta senda de destrucción del planeta en que vivimos y del cambio climático nos traigan una retahíla de problemas y catástrofes sin solución posible.

Desde la cuarentena y el confinamiento, hay días en que uno acaba más cerca de las tesis optimistas que de las pesimistas, y viceversa. Seguro que todos los lectores coincidirán con esa sensación.

De lo que no hay ninguna duda es de que nos esperan tiempos inciertos y muy difíciles, pero debemos seguir en la brecha. Trabajando, escribiendo y divulgando para lograr un mundo mejor, más sostenible e igualitario.

Llegando hasta donde podamos y nos dejen llegar. Por convicción, pero también porque no queda otra.

Porque, simplemente y tal y como reza una conocida frase atribuida a un astronauta del programa Apollo con la que me suelo identificar, “el fracaso no es una opción”.

Comentarios